William Shakespeare sigue siendo un enigma y en su obra no encriptò nada que pudiera resolverlo. A ciencia cierta, no se sabe si el mainstream de turno censuró su obra para adecuarla a la moral de la época; no se sabe si la energía humana que firmó un documento en donde se leía William Sakespeare, fue la misma que escribió los libros que aparecen firmados con ese nombre.
Aunque no haya sido Shakespeare el que los escribió, fue Shakespeare el que los escribió.
En el caso de Cervantes, la energía gemela del británico, un fenómeno similar surgió de las entrañas del palacio en donde nacen los enigmas, si es que nacen de un palacio, y no de un pozo, de un manantial, de un lago escondido, de una fuente, de una cueva, de otro libro, de un celaje o de un caramelo de menta brillante.
El Principito está hilvanado con buscapiès.
También Dostoiwski escribió sobre un príncipe, y, el personaje bueno de todas las obras importantes del autor ruso, es el mismo hombre bueno, el mismo príncipe, el mismo Aliocha Karamasov es el mismo Príncipe Idiota. Por eso llama la atención en Don Quijote cuando reitera, una y otra vez, que él nació del cielo porque éste necesita de caballeros que hagan cumplir los milagros que los habitantes del planeta piden mirando hacia las alturas.
En el caso del dramaturgo británico, no queda otra que reconocer que debe darse por sentado de que fue Shakespeare cualquiera que haya escrito Hamlet. Tal vez no es importante saber quién escribió ese libro sobre un príncipe o quién escribió La Odisea, un libro sagrado de autoría sobrehumana.
De Cervantes sabemos que se inspiró en Homero, precisamente en el capìtulo en donde Ulises, al salir de Ogigia, la isla de Calypso, hizo un alto en el camino o la odisea y se fue a dar una vuelta por el hades, el mismo fenómeno que se repite en La Divina Comedia, cerca de las cuevas de Geriòn, La misma tradición literaria que se apoderó de James Joyce y del mismísimo Dostoiewski, ni más ni menos.
Entre esas cordenadas, viendo hacia donde apunta la flecha que conduce al tesoro, se encuentra oculta, enterrada, vigilante, la biografía del hijo de Sefarad y sus mensajes ocultos.
En el punto equidistante entre España e Inglaterra los arqueòlogos tienen mucho trabajo, con sus picos y sus palas, sus libretas con apuntes soñados. Los pueblos del Descubrimiento. Bueno, en nuestro caso no es necesario un alto en el camino y de golpe volvamos la mirada directamente sobre Antoine de Saint-Exupèry, el aviador y literato francès que recibiò a la cigüeña de las musas estando él en New York, el pueblo natal de El Principito, en opinión de la historia oficial newyorkina.
Momento, Rastafari de Logsley, me grita el espíritu nacionalista de un libio, para indicarme esto: El Principito nació en los desiertos del África, en donde se apareció una bella criatura, a Antoine, tras un accidente que tuvo la gracia de traer al niño al mundo. Por eso el libro está ambientado en el desierto de la vida, el escenario reservado para aquellos dos personajes, el piloto y el niño, rumbo al pozo, rumbo al manantial de la vida eterna, el manantial en donde nacía el agua que al sedienteo daría algo más que saciedad fìsica. Son famosas las duplas en la vida literaria. ¿Habrá diferencia identitaria entre autor y criatura? Si la respuesta es, "tal vez sí", debemos agregar que Don Quijote era un santo, como Aliocha, como El Principito, y Cervantes era un golfo impenitente. Que conste que son sus propias palabras.
Es cierto, de la vida del piloto francés se sabe todo, menos del momento en que le llegó la inspiración para escribir El Principito, el evangelio según Antoine de Saint-Exupèry. Y algo más, tampoco se sabe sobre el momento en que su aviòn desapareciò, al zarpar de Còrcega, durante la inolvidable II Guerra, la del Holocausto, el mismo que intentò evitar toda la literatura profunda, desde la belicosa Iliada. Un colmillo mordió al rayo. El Grito, de Evard Munch, se dio cuando la espoleta ya había sido arrancada. "Hiere con suave melancolía".
Claro que no es cierto, dice un argentino que salta hacia ésta línea de éste papel, y expone, sin mucho éxito, que la paternidad "es nuestra". Un suspenso cunde por el área y de repente, la multitud. El niño es salvadoreño, su madre es Cosuelo Suncìn, argumenta un carbonero. "Es cierto, nació en la mesa que adornaba el centro de mi taller de escultura", confirma Suncìn. "No es cierto", contradice Saint-Exupèry. "Es de Francia", dice volcado sobre la tribuna uno que pueden imaginar de donde viene...
Creemos que El Principito es de todos, es de la humanidad, es de Francia, pero nació en Guatemala, la patria del príncipe de la crónica, Enrique Gòmez Carrillo, consorte de Consuelo Sucìn, la misma que al enviudar del guatemalteco heredó la fortuna que sirvió para que las aventuras y visiones del escritor francés aterrizaran sobre la cancha abierta de la humanidad. Es chapín.
¿Qué tenemos como evidencia? Sherlock Holmes tuviera un caso fácil de resolver. En la obra, en la obra, como diría el manchego, està la clave y la cifra de la fecha y el lugar de nacimiento de Le Petit Prince... Se abre el caso, se corre el telòn y te dejamos a tì, querido lector, como invitado especial en el lugar en donde escucha nuestro jurado. Nuestro certificado de nacimiento fue rubricado por el propio Antoine de Saint-Exupèry y tiene un nombre, se llama: El Principito.
Que quede en acta la constancia de que nuestra evidencia es autèntica. ¿Hay alguna objeciòn?... Ninguna, bueno, entonces pasemos a examinar el sumario y luego mostraremos las pruebas.
Es cierto, la leyenda està ambientada en un desierto, en el desierto de la vida, en el del norte de Àfrica, en cualquier desierto. Es bello ese ambiente. La sed necesita las condiciones necearias para despertar. Pero el angelito no naciò en el desierto, èl llegò a predicar al desierto, al piloto que se encontraba arreglando el motor de su màquina que se habìa averiado. El piloto fue el apòstol que despuès escribiò su carta para predicar a la humanidad. Era experto en escribir cartas humanas, habìa escrito Carta a un rehen, dirigida hacia un amigo del autor que se encontraba penando las injusticias de los nazis; era un judìo. Es el mismo prisionero al que dedica El Principito, como se puede leer en la memorable prologaciòn. De acuerdo al consejo de Cervantes, que aceptò Borges, la prefaciòn es la matrix de los enigmas en algunos casos. (El Aleph; Pierre Menard, autor del Quijote) Shakespeare no prologò, no convocò a las musas, y no es difìcil dar con ese problemillo en Hamlet, el inspirado prìncipe de Inglaterra, no de Dinamarca.
Si recuerdan la historia, el principito venìa del asteroide B612. En su fuga fue remolcado por una bandada de pàjarillos, los mismos que lo llevaron al desierto, al tocar tierra en el planeta Tierra. Es bellìsima esa ilustraciòn. El pequeño espìritu venìa de su planeta, paìs o asteroide de nacimiento, venìa de donde naciò, venìa del B612 y èste, sin lugar a dudas, es el nombre, cifrado, de Antigua Guatemala, en donde estuvo convaleciento por el accidente terrible que el piloto sufriò en el Aeropuerto La Aurora, de Guatemala, paìs en donde habìa descendido, por casualidad, para llenar los tanques de combustible, pues el cartero se dirigìa hacia el sur. Màs no sabìa que las buenas nuevas las recibirìa en la Antigua Guatemala, un pueblo de Guatemala con tradiciòn hospitalaria, pues allì se fundò el primer hospital para convalecientes, nada menos y nada màs que por Pedro de Betancourt, el misionero que desde el centro del continente, pretendiò evangelizar al mundo, fundando la orden de los Betlemitas, la ùnica orden catòlica fundada en el Nuevo Mundo.
Betancourt es un apellido de origen francès, fue un aventurero normando con ese apellido el que conquistò Santa Cruz de Tenerife. El nombre proviene de Betania, de donde era Làzaro y sus encantadoras hermanas, amigas de Cristo, las mismas que colmaron a El Salvador del Mundo con toda clase de mimos, adoràndolo, veneràndolo, como los astròlogos, los reyes magos, adoràndolo a su manera: lavando los pies del Señor con tinajas de esencia de nardo. La rosa, la cruz, los belenes o nacimientos, llevados a La Antigua por el fraile, definen a La Antigua Guatemala, la Ciudad de las Perpetuas Rosas. Antoine alude con frecuencia a èsta ciudad espiritual, cuando la nombra y la celebra en su libro pòstumo: Ciudadela. "Ciudadela, te llevo en el corazòn, Ciudadela, te pondrè en el corazòn del mundo".
Saint-Exupèry era muy agradecido. Cuando sufriò el accidente en el norte de Àfrica, se le apareciò un beduino, el cual lo auxiliò y, en Vuelo de Noche, èl clama porque se hiciera el bien sobre los hombres y que al hacerlo se estaba hacièndose sobre el transubstanciado espìritu de aquel àrabe que lo bendijo con sus obras de servicio en momentos cruciales, de vital importancia para su vida y su obra.
Sin duda tenìa unas agallas enormes, superò varios accidentes, no se dio por vencido, siguiò volando hasta su muerte.
El B612 es un anagrama compuesto por la primera letra con la que se nombra el pueblo en donde naciò Jesùs, y la parte nùmerica del anagrama es la fecha, contrapuesta, del dìa y el mes en que el escritor y explorador francès sufriò el accidente en Guatemala: 16 de febrero (2) de 1938.
La historia transcurre en el desierto, como se apuntò, y el Principe de la Luz venìa de Belèn, de Antigua Guatemala, del cielo. El autor està constantemente, con la metàfora, con la sinergia de la misma, aludiendo a ambos mundos, el ideal, del que le hablaba el Principito, y el desierto. En el asteroide, como sabemos, habìa dejado con tristeza a su flor, sus volcanes y sus baobabs. Los volcanes son los mismos que se encuentran en La Antigua, como lo descubriò un autor argentino. Son los mimos del asteroide, son idènticos, el dibujante de las ilustraciones, que fue el mismo autor, les diò incluso la misma forma. Si se percatan de la silueta entre uno y otro, la del Principito y la de los volcanes de La Antigua, veràn que es la misma. Tambièn los volcanes del pueblo eran suyos. Sin duda, Saint-Ex llevaba en sus alforjas las fotografìas o los primeros bocetos de su inmortal relato. Por otro lado, la silueta de una rosa tiene un simbolismo còsmico en la geometrìa divina. Tal vez las formas son similares a los mantras, a los rezos, si se trata de magia.
La estrella de Belèn, con la que se anuncian las Navidades, aparece en varias ilustraciones en donde El Principito es protagonista, desde su apariciòn en la tierra, desde su llegada, desde la venida del Principe de la Luz, hasta el momento en que desaparece de la tierra, sin dejar rastro, aparentemente mordido por una serpiente del desierto. Muere, tras la mordida, pero resucita y asciende en espìritu hacia los cielos, su tierra natal, nuevamente, tras predicar las palabras de salvaciòn, sin mandamientos, sin leyes, porque eso es no confiar en la esencia redentora del Salvador. Antoine tambièn desapareciò misteriosamente, por eso pedìa, en su evangelio, que se mirara constantemente hacia el universo, si querìan indagar sobre el punto hacia donde èl se habìa dirigido. Pedro de Betancourt actuaba como un enloquecido de gozo, como un iluminado por el espìritu santo cuando contemplaba un Nacimiento en las tradiciones que èl mismo fundò. Algo bueno quedò del catolicismo. Pero Cristo es eterno. Y en las distintas temporadas de la historia de la humanidad, de alguna forma, con Buda, con los Pieles Rojas, con los druidas, con cualquiera que desee el bien, Èl ha estado presente porque es la Cruz, el Camino, la Verdad y la Vida, como nos lo recuerda en San Juan. (In principio erat Verbum, et Verbum erat apud Deum,...)
El baobab y la ceiba son àrboles magestuosos, magnìficos, imponetes. El baobab es un àrbol mìstico de Africa, es la misma ceiba guatemalteca, el mismo àrbol sagrado de los mayas, que en la obra es utilizado de forma negativa, pues con esa metàfora sabìa el profeta que los malvados iban a destruir el mundo, con sus excabadoras, sus minerìas, sus construcciones y empresas contra natura. Pero tenemos la promesa de que "Cuando el caterpillar ya no vaya màs, vendrà la mariposa." ¿Minerìas en Mònaco, en Andorra, El Vaticano, en Lichtenstein, en Guatemala? Por favor, deben estar lo suficientemente deprabados los ingenieros sociales que sembraron de minas el breve territorio chapìn. Habiendo tanto negocio digno, tanta empresa honorable, se dedican a matar a Dios. A matar a las monadas, como bien dirìa nuestro amigo Gottfried Leibniz para fortalecer nuestra causa.
Trasladaremos algunas citas del libro, es el certificado de nacimiento. La cita se puede hacer de la parte literaria, del poema, pero, como Harry Potter està de nuestro lado, le pediremos que haga citas tambièn de las imagenes.
Pensemos en que necesitamos una pizarra para exponer las evidencias. Luego pongamos nuestra frente en direcciòn a la pizarra. La batuta màgica la sostiene el testigo Harry, el Merlìn de nuestros tiempos:
Ref. http://www.elperiodico.com.gt/es/20060604/actualidad/28424/